lunes, 25 de junio de 2007
sábado, 23 de junio de 2007
lunes, 9 de abril de 2007
“Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham”
La marcha por los derechos civiles requería una “especie de Discurso de Gettysburg”
Martin Luther King Jr. en una celda de una cárcel de Birmingham (Alabama) en abril de 1963. (Foto: Archivos Nacionales)
La siguiente reseña apareció como columna complementaria al artículo de David Garrow “King: La Marcha, El Hombre, El Sueño”, publicado en la revista American History en agosto de 2003.
Se ha otorgado permiso para uso en sitios web y republicación/traducción por las oficinas de Diplomacia Pública de Estados Unidos y por la prensa fuera de Estados Unidos. En la página del título debe reconocerse el crédito del autor y la fuente e incluir la siguiente línea: Derechos de autor ©2003 de PRIMEDIA Enthusiast Publications Inc. Todos los derechos reservados.
(comienza el artículo)
La “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” de Martin Luther King Jr.Por Douglas Brinkley
"Hay dos clases de leyes, las justas y las injustas”, escribió desde la cárcel el Dr. Martin Luther King Jr. el fin de semana de Pascua en 1963. “Uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas”. Santo Tomás de Aquino no habría estado en desacuerdo. La imagen grabada en la memoria nacional es la del Dr. King de “Yo tengo un sueño”, pronunciado hace 40 años en la ciudad de Washington, de manera que es difícil imaginar al hombre de 34 años en una celda estrecha en la cárcel de Birmingham, solo, agazapado al anochecer, usando los márgenes de las hojas de un diario y el reverso de escritos legales para sentar las bases filosóficas del movimiento por los Derechos Civiles.
La “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham”, considerada ahora un clásico de la literatura mundial, fue escrita en respuesta a ocho clérigos blancos locales que en el periódico Birmingham News habían denunciado la protesta pacífica del Dr. King, exigiendo el fin de las manifestaciones por la desegregación en los comedores, baños y tiendas. La carta del Dr. King tuvo que ser sacada de la cárcel clandestinamente y en segmentos por sus abogados, llegando pensamiento por pensamiento al cuartel central improvisado de la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur en el Motel Gaston. El Dr. King, un cristiano intensamente disciplinado, logró moldear un manifiesto moderno de resistencia pacífica tomando como base las enseñanzas de Jesús y de Gandhi.
A través de la década de 1960 la sola palabra “Birmingham” evocaba imágenes inquietantes de ataques con bombas a iglesias y la brutalidad de la policía de Eugene “Bull” Connor, perros gruñendo y poderosos chorros de agua de mangueras a presión. Cuando King pasó sus nueve días en la cárcel de Birmingham, la ciudad era una de las más rígidamente segregadas del sur a pesar de que los afroestadounidenses constituían el 40 por ciento de la población. Como escribiera Harrison Salisbury en el periódico The New York Times, “las calles, el suministro de agua y el sistema de cloacas” eran las únicas instalaciones públicas compartidas por ambas razas. No obstante, para el momento en que el Dr. King fue asesinado en Memphis cinco años más tarde, su filosofía había triunfado y las leyes de Jim Crow habían sido aplastadas. La “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” se traduciría con el tiempo a más de 40 idiomas.
Gracias a la carta del Dr. King, “Birmingham” fue un toque de atención para la acción del movimiento contra el apartheid en Sudáfrica, especialmente en la década de 1980, cuando llegó a su cumbre el clamor internacional por la liberación de Nelson Mandela. El arzobispo Desmond Tutu citó la carta en sus sermones, el cantante jamaicano de reggae Bob Marley guardaba una copia con él como amuleto de buena suerte, y los hijos del primer ministro Kwame Nkrumah de Ghana la recitaban como si el texto del Dr. King fuera una escritura sagrada. Durante la guerra fría, Carta 77 de Checoslovaquia, Solidaridad de Polonia y el Movimiento de los Pastores de Alemania Oriental hicieron traducir la “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” y la diseminaron entre la población clandestinamente.
Así como el Dr. King había sido inspirado por el ensayo “Desobediencia Civil” de Henry David Thoreau, escrito en una cárcel de Massachusetts para protestar contra la guerra entre México y Estados Unidos, una nueva generación de oprimidos en el mundo adoptó la carta como una fuente de valor y de inspiración. La segregación y el apartheid estaban apoyados por leyes claramente injustas, porque distorsionaban el alma humana y dañaban su psique. El remedio del Dr. King fue la acción directa pacífica, la única manera válida espiritualmente de sacar una injusticia flagrante a la superficie, donde se pueda ver y corregir.
Mubarak Awad, un psicólogo clínico educado en Estados Unidos, tradujo la carta en Jerusalén en 1983 para que los palestinos la usaran en sus talleres para enseñar a los estudiantes sobre la lucha pacífica. Cuando un estudiante chino se paró frente a un tanque en la Plaza de Tiananmen el 4 de junio de 1989, inquebrantable en sus convicciones democráticas, estaba actuando simbólicamente conforme a las enseñanzas del Dr. King derivadas de su intrépida carta de Birmingham.
El activista argentino por los derechos humanos Adolfo Pérez Esquivel, ganador del premio Nobel de la paz en 1980, se inspiró en parte por la carta de King para crear el Servicio Paz y Justicia, una organización de América Latina que documentó la tragedia de los desaparecidos. En la actualidad sería difícil encontrar un novelista o poeta africano, incluyendo a Chinua Achebe y a Wole Soyinka, que no haya sido incitado a denunciar el autoritarismo por la noción de King de que es moralmente esencial ser un protagonista audaz en favor de la justicia. Incluso el republicano conservador William J. Bennett incluyó la “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” en su Libro de Virtudes.
El atractivo universal de la carta del Dr. King reside en la esperanza que brinda a los desheredados de la Tierra, los millones de pobres sin voz que pueblan el planeta desde los vertederos de basura de Calcuta hasta las aldeas de SIDA de Haití. Su carta describe “la vergonzosa humillación” y “crueldades inexpresables” de la esclavitud estadounidense, y así como el Dr. King fue forzado a reducir sus pensamientos sagrados a las palabras profanas del periódico a fin de triunfar sobre la injusticia, los afroestadounidenses ganarían su libertad un día debido a que “la herencia sagrada de nuestras naciones y la voluntad eterna de Dios están plasmadas en nuestras resonantes demandas”.
El Servicio de Parques Nacionales ha designado distrito histórico la Avenida Sweet Auburn de Atlanta, donde vivió y está enterrado el Dr. King. Bancos, comercios y oficinas del gobierno cierran cada enero en homenaje al mártir de los derechos civiles. Pero el tributo viviente al Dr. King, el que más le habría gustado a él, es el impacto que su “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” ha tenido en tres generaciones de luchadores internacionales por la libertad.
Estas páginas de poesía y justicia se cuentan ahora como uno de los manuales de instrucción supremos de ayuda propia del siglo XX sobre cómo los Davides pueden enfrentar a los Goliats sin derramar sangre. La “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” no tiene rivales como declaración eterna que hace resonar la esperanza en los valles de la desesperación, constituyendo un documento estadounidense tan especial como la Declaración de la Independencia o la Proclama de Emancipación.
(termina el artículo)
(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://usinfo.state.gov/esp)
miércoles, 28 de marzo de 2007
“Vistiendo las ropas del santo”. Norberto Pablo Cirio
Norberto Pablo Cirio
Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega
Deseo analizar aquí uno de esos principios religiosos, la consideración de que al no haber diferencia entre reyes y dioses, la personalidad divina tiene una conducta bipolar que se manifiesta conformando un ente indisoluble inmóvil-móvil, cosa-humano. De este modo, al ser los dioses reyes y los reyes dioses, tanto sus atributos divinos como regios son objeto de devoción y subordinación por parte de sus fieles-súbditos. La hipótesis que planteo es que los negros pudieron haber aplicado este principio al conocer que el doble carácter de este personaje, divino (es un santo) y regio (es uno de los Reyes Magos), compatibilizaba con sus creencias ancestrales. Actualmente este principio se manifiesta en el comportamiento que tienen algunos promeseros durante el ciclo festivo del santo al asumir ciertos cargos devocionales. Así, sus atributos de objeto, de cosa inmóvil, son representados mediante los cargos de reyes, reinas y alféreces, cuyo deber es presidir la fiesta en postura sedente, proclive a la inmovilidad. En el polo opuesto, sus atributos de humano, de ser móvil, son representados mediante el cargo de cambara’angá, devotos enmascarados que desempeñan un papel histriónico que otorga a la fiesta la alegría necesaria para su decurso, pues están expresando el carácter alegre del santo.
Escenario de la acción
La capilla de El Batel se encuentra a la vera de la ruta 12, en un área rural escasamente poblada, siendo la ciudad más cercana la cabecera del departamento, Goya, a 40 km. La zona carece de los servicios de agua, luz, gas y teléfono, lo que obliga a sus habitantes a una precariedad de vida donde los problemas sanitarios y médicos se ven exacerbados. En general, el trabajo es escaso y en relación de dependencia, los hombres se desempeñan como peones en estancias agrícola-ganaderas por remuneraciones que dan poco margen para acumulación de capital, mientras que las mujeres son amas de casa o trabajan como servicio doméstico en Goya.
Los dueños de la capilla son la familia Perichón, de ascendencia negra. Aunque no poseen fenotipo afro, son conscientes de que su apellido se debe a que sus ancestros negros lo adoptaron en agradecimiento a sus dueños, que eran franceses, cuando les otorgaron la libertad a mediados del siglo XIX. Actualmente la dueña de la capilla es Silveria Perichón (69 años), quien asumió al fallecer su esposo, en 1981. Por su edad, la ayudan sus ocho hijos y demás familiares, algunos de los cuales viven en Buenos Aires y viajan al acercarse el ciclo festivo del santo, ciclo que comprende del 25 de diciembre al 6 de enero. En efecto, en esta capilla la fiesta de san Baltazar no es un hecho puntual sino la culminación de un ciclo festivo a caballo entre el año viejo y el nuevo. Éste comienza el día de Navidad con el rezo de la Novena, que llega hasta el 2 de enero, luego “se descansa” dos días y el 5 de enero, víspera de san Baltazar, se realiza la fiesta final, que suele prolongarse hasta el mediodía del 6. Esta fiesta es una de las más concurridas de la zona, en promedio unas 1.000 personas. Dadas la numerosa concurrencia, necesitan un permiso municipal para realizar la fiesta, debiendo notificar también a la comisaría, la cual envía policías para mantener el orden. El acceso es libre y gratuito; aunque la mayoría de los participantes son de la zona, también asisten personas de otras localidades correntinas y de otras provincias. De acuerdo a la memoria de los informantes más ancianos, la fiesta se realiza por lo menos desde hace tres generaciones y de manera similar, aunque estiman que antes era más concurrida y los festejos solían prolongarse por varios días después del 5 de enero.
Cada cargo lleva un atuendo ceremonial más o menos elaborado, aunque en todos resulta característico la profusión del rojo y el amarillo, los colores distintivos del santo. Las reinas menores de 12 años de edad llevan un vestido preparado para tal fin, que suele incluir capa y una corona adornada con pequeñas flores de papel que simbolizan la cantidad de años que reinarán (2 flores por el primero y, desde el segundo, 1 por cada año). La reina mayora y las compañías de reina visten de igual manera, pero sin la corona o, por lo menos, sin las flores de papel. La única prenda que distingue al alférez mayor, los alféreces y las “alferaz” es una cinta roja colocada en banderola, a veces adornada con lentejuelas, siendo la del alférez mayor más ancha que la de los demás. Finalmente, los cambara’angá llevan máscara de cabeza (2), capa, delantal y polainas. Todas sus prendas están atiborradas de pequeños apliques de diverso tipo: lentejuelas, juguetes de plástico, adornos de Navidad, espejitos, luces accionadas a pila, etc. Para las peleas pantomímicas se valen de boleadoras de lana, revólveres de cebita y cuchillos y espadas de juguete. Dada la importancia del ocultamiento de su identidad, ninguna parte del cuerpo queda al descubierto, excepto las manos. Por ello, también hablan en falsete y se niegan a dar sus nombres. Mientras permanezcan enmascarados sólo pueden ser llamados con el nombre genérico de cambá o sus homólogos.
La representación
La hipótesis que guía a este artículo es que los devotos que durante el ciclo festivo asumen los cargos devocionales estarían adoptando un comportamiento que da cuenta de los atributos afro de la personalidad del san Baltazar. Estos atributos responden a un principio religioso negro que pudo insertarse con éxito en el seno católico cuando se generó en la época colonial (Cirio 2000 y 2002b) y que se mantiene vigente del modo arriba descripto. No es mi intención la búsqueda y la justificación genitista de este rasgo, sino tratar de explicar un comportamiento ritual contemporáneo desde una perspectiva afrocéntrica, teniendo en cuenta la confluencia de sentidos que tuvo la religiosidad católica y la negra en la construcción de este culto. Estimo probable que en el contexto colonial en que se gestó la devoción los negros hayan advertido en san Baltazar esta doble cualidad: divina, al ser santo, y humana, al ser rey, y lo hicieron suyo al reinterpretarlo en términos afro. De hecho, los devotos hacen explícita diferenciación entre Rey Mago Baltazar (o Santo Rey Baltazar) y san Baltazar, reconociendo como su santo patrón al primero y relegando al segundo al contexto navideño del pesebre, manteniendo, así, la concepción ancestral divina-regia de su entidad ya desde su nombre. Si bien esta diferenciación es más profunda que una variación onomástica, pues ambos personajes divergen en otros aspectos, tales como su iconografía y hagiografía (Cirio 2001), a los fines del presente artículo basta comprender que el culto a san Baltazar vigente en el Litoral guarda escasa relación con el san Baltazar del pesebre. Así, se entiende cómo desde el inicio oficial del culto con la instauración en Buenos Aires de la Cofradía de San Baltazar y Ánimas, en 1772, los negros cofrades fueron objeto de continuos problemas con las autoridades, pues incluían en las celebraciones actos devocionales ancestrales como bailar, cantar y tocar tambores, en vez del estipulado rezo católico (5).
Estudios realizados en etnías del golfo de Guinea, de donde proceden la mayoría de los negros traídos a lo que hoy es la Argentina, coinciden en afirmar que un principio general de su religiosidad tradicional es la consideración dual de sus dioses y sus reyes o, más exactamente, que al no haber diferencia entre dioses y reyes la personalidad divina tiene una conducta bipolar que se manifiesta conformando un ente indisoluble inmóvil-móvil, cosa-humano. De este modo, al ser los dioses reyes y los reyes dioses, tanto sus atributos divinos como regios son objeto de devoción y subordinación por parte de sus fieles-súbditos. Augé, por ejemplo, argumenta que “Entre el cuerpo del hombre, que lleva la marca de las potencias que moran en él, que lo asedian o lo amenazan, y el cuerpo de los dioses, objeto de sacrificios que lo nutren como una materia orgánica y viva, el cuerpo del rey constituye un término medio” (Augé 1996: 15). Así, situando al rey como mediador entre los hombres y los dioses, se espera que asuma un comportamiento que dé cuenta de ambos mundos.
El análisis del carácter representacional de los cambara’angá como avatares del santo puede partir del entendimiento de su denominación. Cambara’angá es un vocablo guaraní de carácter aglutinante. Según los diccionarios de Jover Peralta y Osuna (1951) y de Ortiz Mayans (1980) el guaraní dispone de dos palabras para “negro”, jhü para objetos, y cambá para personas; ra’angá, por su parte, es “imagen, sombra, figura, careta”. Según los informantes, cambara’angá se traduce como “disfrazado de negro” o “negro de mentira”. Más allá de su traducción literal al español, lo importante es que esta palabra subraya el carácter no real del disfrazado, enfatizando su cualidad de simulador o, paradójicamente, de ser que no-es. Mediante este cargo los devotos estarían representando la faceta alegre, movediza, del santo, faceta que en términos negroafricanos corresponde al ámbito terrenal, humano, de la persona regia. En otras palabras: a través de los cambara’angá el santo se manifiesta a su comunidad de fieles en la actividad con la cual se lo identifica, el baile, y su idiosincrasia, la alegría.
En el África negra la danza y la mascarada resultan claves en el desarrollo de los rituales religiosos, constituyendo vehículos devocionales e invocatorios: “La mascarada está considerada [...] como una manifestación material de una fuerza intangible, como la encarnación temporal de lo sobrenatural. Esta manifestación, sin embargo, para que sea posible, requiere la participación humana, tanto al nivel de un sistema de creencias que lo hace plausible, como al de un agente humano (a menudo el enmascarado) que actúa como vehículo de dicha manifestación. Algún signo o conjunto de signos debe distinguir a este agente humano de los otros seres humanos y establecer el hecho de que durante la celebración de los ritos ha dejado de ser uno más para convertirse en el avatar de la divinidad o del antepasado cuya presencia se invoca. Estos signos [...] incluyen las formas de conducta (el enmascarado se comporta como el dios y no como un individuo cualquiera), la oratoria o los sonidos (el enmascarado frecuentemente emite sonidos extraños que se cree que son proferidos por los dioses o habla como los seres sobrenaturales). El signo más fácilmente reconocible y más importante es, por supuesto, el ropaje” (Balogun 1982: 41-42). El cambara’angá es un vehículo de la manifestación del santo, un portador de los símbolos de la deidad que construye su comportamiento sobre la base de la total anulación de las características que lo individualizan como humano, perdiéndose en el torbellino de la mascarada. Así, es posible tabular sus diferencias con el humano:
En el poloopuesto a ellos se encuentran los seis cargos devocionales mediante los cuales los devotos representan el aspecto material, inorgánico, de la divinidad. A los fines de este trabajo, estos pueden simplificarse a dos: reina (que incluye reina, reina mayora y compañía de reina) y alférez (que incluye alférez mayor, alféreces y “alferaz”), por lo que de ahora en más me referiré a estos dos como extensión de los seis.
La postura sedente que las reinas deben adoptar ante el desarrollo del baile del santo está profusamente documentada en diversos contextos festivos afroamericanos pasados y presentes. En la Argentina colonial, por ejemplo, un documento de 1786 detalla un juicio por la pelea entre dos soldados negros de la Compañía de negros libres al realizar una inspección a la coronación del mayordomo de la Cofradía de San Baltazar y Ánimas. Dicha pelea, que podría haberse resuelto sin llegar al Cabildo, cobró dimensión justamente por la entronización de un rey negro, pues tal acto constituía un abierto desafío a la investidura del virrey y, por extensión, a la corona española, avivando los temores de una revuelta negra, cosa que no pocas veces sucedía.
En el culto a san Baltazar, los cuerpos de las reinas y de los alféreces son tomados como extensión y expresión del poder y la realeza divina. Uno de los tratamientos que estos cuerpos reciben es el que Augé denomina “asignación a fronteras”, instando a la metamorfosis de cuerpo a objeto: “la inmovilidad forzada del rey, al carácter compulsivo de su obligación de residencia. Pero esa asignación ante todo [...] pasa por la asimilación del principio y del cuerpo soberano a un objeto ulteriormente definido como un semidiós [...]. Consideremos la inmovilidad de los jefes cargados de prohibiciones (... las prohibiciones pueden variar de una cultura a otra, pero el principio de la prohibición y paralelamente de la transgresión obligada de las prohibiciones es un principio que en todas las culturas es constitutivo de la figura soberana). Consideremos la pasividad de los cuerpos manipulados en el momento de la entronización [...]. Todos los procedimientos de desplazamiento, de transferencia a otro cuerpo de los atributos que parecían patrimonio de un individuo, implican que ciertos cuerpos [...] puedan ser tratados como cosas, como puros receptáculos” (Augé 1996: 60 y 62-63). En este sentido, Bastide (1983) sostiene que en el África negra se da una concepción de la personalidad que admite una escala de existencia o grados de ser de acuerdo al poder que detenta el individuo. Dicho poder consiste en la irradiación del dios dentro de la persona y señala menos las licencias que goza que las limitaciones a las que se ve obligado, que son mayores a mayor cargo. Esta concepción está ligada a la noción moral de responsabilidad ritual y es por ello que los cargos distribuidos al interior de los cultos afro son señales del poder divino, los cuales hacen disminuir la esfera de comportamientos posibles. Las responsabilidades rituales de las reinas y los alféreces están en el pináculo de la jerarquía devocional, por ello, su manifiesta inmovilidad no es sino el resultado de una frontera asignada a sus cuerpos en pos de dar cuenta de la materialidad del santo. Para los asistentes a la fiesta es un honor estar bailando delante de ellos, pues es como estar bailando delante del santo. Por su parte, para los devotos que eligieron sendos cargos, es un honor cumplir con su promesa de este modo ya que son realzados socialmente, son centro de miradas y comentarios halagadores, disponen de un lugar de privilegio desde donde contemplar la fiesta y son atendidos y alimentados de manera especial.
¿Qué sucede, mientras tanto, con la concepción de la personalidad en los cambara’angá, de acuerdo a Bastide? Vimos que son el polo antitético de las reinas y los alféreces. Si éstos demuestran el poder material, de cosa, del santo, los cambara’angá dan cuenta de la alegría característica de su personalidad, de su afición al baile, a la risa; son, ante todo, actores cuya alegre presencia conforma un resorte lúdico clave en la fiesta. Dado que su deber es bailar, saltar, simular peleas pantomímicas, se infiere que tienen vedado el descanso, por lo que la asignación de frontera impuesta a su cuerpo, como en las reinas y los alféreces, también tiene que ver con su movilidad. El deliberado ocultamiento de los rasgos que puedan permitir la individualización a los cambara’angá -la cara, que se oculta tras la máscara, y la voz, que se falsea-, les brinda el marco de libertad operacional necesario para dar rienda suelta a su ingenio para divertir. Su graduación del ser, siguiendo a Bastide, se encuentra en el punto más bajo, ellos no-son pues, como su nombre lo indica, el carácter de simulación reviste aquí características existenciales que anula sus atributos en cuanto ser humano. Como las reinas y los alféreces, los cambara’angá también son centro de miradas y comentarios halagadores -aunque también risueños, mas nunca de burla-, y para los concurrentes es un honor estar bailando entre ellos ya que no los consideran sus pares disfrazados sino avatares de la divinidad. Respecto a esta modalidad de encarnación es ilustrativo un comentario del alférez mayor sobre un cambá que, por haber querido propasarse con una mujer, reflexionó que era una actitud impropia de alguien que está “vistiendo las ropas del santo”.
Respecto al sincretismo en la religiosidad popular latinoamericana, Garreta (1986) sostiene que se remonta al período de la colonización europea, siendo el resultado de una evangelización realizada en diferentes épocas de diferentes modos y con distintos resultados, dada la asimetría relacional entre los sectores que se fue estableciendo y cristalizando a través de procesos socio-históricos como la colonización, el destierro y la emigración. A ello, Forni (1986) agrega que el sincretismo es una tendencia constante en toda situación de contacto y que la religiosidad popular constituye el elemento básico para la comprensión del conjunto de valores, símbolos, legitimaciones e interpretaciones que la orientan, dada su persistencia en las clases populares aún después de grandes procesos de cambio como la industrialización y la urbanización. Mi intención es abordar el tratamiento de lo actualmente africano del culto a san Baltazar en la Argentina desde un marco procesual, teniendo en cuenta cómo los ejes tiempo y espacio han jugado -y juegan- como marcas referenciales en la construcción de un hecho vivo y, por ende, dinámico. Tendiendo en cuenta lo expuesto, y desde una perspectiva religiosa, quienes ocupan los cargos de reinas, alféreces y cambara’angá han abdicado a su ser, no son humanos sino que son el santo encarnado que festeja su día, feliz, entre sus fieles. Todos se divierten y todos hacen un ofrecimiento, pues de eso se trata esta celebración, de festejo y de sacrificio: las reinas y los alféreces no pudiéndose mover y los cambara’angá no pudiendo descansar. Unos desean bailar, porque están en una fiesta, mientras que otros desean descansar, porque se han movido bastante, pero ninguno puede hacer lo que desea sino lo que estipula su promesa, “su manda”. El culto católico a san Baltazar introducido entre la población esclava negra en la época colonial devino en un culto popular sui géneris, transformando el nombre de rey mago Baltazar a san Baltazar o santo rey Baltazar. Pero más que un mero cambio de denominación, para aquellos negros y para los actuales devotos significa toda una profesión de fe, pues de este modo están dando cuenta de la doble faceta que, de acuerdo a la concepción religiosa afro, tienen sus divinidades: los dioses son reyes y los reyes son dioses, y Baltazar, como rey y santo, los protege y ampara, los cuida y divierte, tal como un dios vela por sus fieles y un rey protege a sus súbditos.
Notas
* Trabajo leído en el simposio HIST-29 “Diásporas afroamericanas: escenarios históricos, diálogos atlánticos, balances y perspectivas” del 51º Congreso Internacional de Americanistas, Santiago, Chile. Publicado en papel en Memoria & Sociedad 15: 125-131. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
(1) Es de hacer notar que hasta hace unas décadas en esta capilla también existía el cargo de rey. En otras capillas de san Baltazar aún se entroniza a una pareja real.
(2) Las máscaras pueden ser “de cabeza” y “de cara o careta”. En el primer caso cubre toda la cabeza, pudiendo llegar hasta el cuello; en el segundo caso lo que se cubre es sólo el rostro.
(3) Por lo general las fiestas de san Baltazar son nocturnas. Por ello, y por las altas temperaturas de la época, que puede llegar a 40º, las actividades no empiezan sino hasta el atardecer.
(4) A los fines del presente trabajo, he reducido al máximo la descripción de los rituales del ciclo festivo del santo.
(5) Aunque la Cofradía se disolvió en 1856 y no dispongo de información de si el culto siguió en Buenos Aires ni de cómo comenzó en el Litoral, este modo devocional afro se mantiene vigente.
Augé, Marc
1996
[1988] Dios como objeto : Símbolos-cuerpos-materias-palabras. Barcelona: Gedisa.
Balogun, Ola
1982
Forma y expresión de las artes africanas. En Introducción a la cultura africana. Aspectos generales. Barcelona: Serbal / Unesco, p. 32-77.
Bastide, Roger
1982
Los cultos afroamericanos. En Henrri-Charles Puech (dir.), Historia de las religiones. Madrid: Siglo XXI, p. 51-79.
1983
Estudos afro-brasileiros. São Paulo: Perspectiva.
Cirio, Norberto Pablo
2000
Antecedentes históricos del culto a San Baltazar en la Argentina: La Cofradía de San Baltazar y Animas (1772-1856). Latin American Music Review 21 (2): 190-214. Austin: University of Texas.
2000-2002
Rey Mago Baltazar y san Baltazar. Dos devociones en la tradición religiosa afroargentina. Cuadernos 19: 167-185. Buenos Aires: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano.
2002
¿Rezan o bailan? Disputas en torno a la devoción a san Baltazar por los negros en el Buenos Aires colonial. Actas de la IV Reunión Científica : “Mujeres, negros y niños en la música y sociedad colonial iberoamericana”. Víctor Rondón (ed.). Santa Cruz de la Sierra: Asociación Pro Arte y Cultura, p. 88-100.
2003
Perspectivas de estudio de la música afroargentina: el caso de las prácticas musicales vigentes en el culto a san Baltazar. Resonancias 13: 67-91. Santiago: Instituto de Música, Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Católica de Chile (primer puesto del Tercer Premio Latinoamericano de Musicología “Samuel Claro Valdes”, 2002).
Forni, Floreal H.
1986
Reflexión sociológica sobre el tema de la religiosidad popular. Sociedad y Religión 3: 4-24. Buenos Aires.
Garreta, Mariano, Juan
1986
En torno al sincretismo en la religiosidad popular salto-jujeña. Sociedad y Religión 3: 53-57. Buenos Aires.
Geertz, Clifford
1991
[1973] La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.
Jover Peralta, Anselmo y Tomas Osuna
1951
Diccionario guaraní-español y español-guaraní. Buenos Aires: Tupã.
Ortiz Mayans, Antonio
1980
Nuevo diccionario español-guaraní : guaraní-español : Nombres de la toponimia, de la flora y de la fauna. Voces de la mitología, de la leyenda y del folklore : Apéndice de voces regionales : Un compendio gramatical. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.
jueves, 8 de febrero de 2007
Dilanga: Espacio interactivo de cultura afro de Beatriz Santos
Con nutrida presencia de autoridades nacionales, diplomáticas, del arte y la literatura y público en general abrió sus puertas en Intramuros el espacio cultural Dilanga de la escritora, poeta e investigadora afrouruguaya Beatriz Santos.Cuadros, esculturas, bijouterie étnica, las infaltables velas, artesanía de muy buen nivel y piezas ricas, como para exquisitos coleccionistas son los artículos que la Sra. Beatriz Santos ha seleccionado para este espacio en donde semanalmente se puede disfrutar de la música, la poesía y charlas brindadas por destacados especialistas invitados, con la temática afro.Un recinto delicado que propone una visión diferente del colectivo exaltando las manifestaciones intelectuales, aquellas, que se han venido incorporando en el acerbo cultural del país. No falta la música de los tambores, ni el canto ni la danza.
En el acto de inauguración se contó con la presencia del Sr Ministro de Turismo de Uruguay, Dr. Héctor Liscano.Dilanga, estará abierto para todo público pero en especial, hacemos la invitación a los turistas para que allí puedan palpar la riqueza de la cultura afrouruguaya.
Más Fotos Ver Dilanga
*******************************
Dilanga está en Intramuros: Convención 1290 - Montevideo - Uruguay
domingo, 4 de febrero de 2007
Ka Ndombe significa, perteneciente a nosostros, nuestra gente...
Lito"
Una carta que es historia: "nosotros, tus descendientes te homenajeamos así"
"Hola Tía.
¿Sabías: Que con mi hermano, por los años 1985-6 fundamos el Grupo Cultural Afro y el Centro Cultural Afro en Buenos Aires para dedicarnos a difundir las culturas africanas en el Río de la Plata, entre ellas el candombe y la historia de nuestra familia?
Otra de nuestras importantes tareas, era la defensa de los derechos humanos de los africanos/as y afro descendientes en el Río de la Plata. También nos dedicamos a dar visibilidad de la existencia de los afro argentinos/as. Nosotros figuramos en crónicas, de varios libros porteños sobre las temáticas y problemáticas africanas en Buenos Aires, por nuestras actividades como militantes de tal causa.
Por el año 1988, nosotros invitamos a Mundo Afro, a unas Jornadas afroamericanas que organizamos en una dependencia de la Universidad de Buenos Aires que se llama Centro Cultural Ricardo Rojas. Llenamos cinco pisos completos con actividades de varios países americanos y africanos y entre los invitados estaban destacados embajadores del Congo, Costa de Marfíl, Nigeria y Haiti. Para ese entonces Mundo Afro recién se iniciaba como Organización.
Entre las actividades africanistas hicimos participar a los alumnos de las clases de candombe en una comparsa que se llamó Kalakan Güé. Kalakan, por la onomatopeya del toque del chico y Güé por ser un grito de alegría de los candombes antiguos. El nombre (de la comparsa) lo puso mi hermano José Delfín Acosta Martínez (Chichito). Bety y Charo Delgado eran quienes daban las clases de danza y Diego Bonga y yo las de percusión y el escobero. José las de historia y el gramillero. Hicimos los tambores con Diego Bonga.
Diego Bonga y Javier Bonga son los sobrinos de Pancho el amigo moreno canoso del Quico, que tenía un puesto de vino con mi padre en la feria de Piedras Blancas de apellido Martínez y a su vez es este Pancho es hermano de la madre de Bety y Charito.
En definitiva trabajabamos en familia.
Con mi hermano teníamos la característica de utilizar todo lo negativo en positivo, por ser los dos de colores diferentes. A los lugares del Gobierno que a él no le abrían la puerta iba yo y a los lugares en donde su color era distintivo y representativo iba él, para lograr nuestros objetivos.
Por ejemplo, él era quien iba a los Congresos por temáticas africanistas o en donde era necesario que existiera el color afro.
A él (José Delfín Acosta Martínez (Chichito)lo matan el día 5/4/1996, por salir en defensa de dos personas, que eran arrestadas ilegalmente por su color de piel negra, igual que la de él.
Por este mismo motivo de dar visibilidad de la existencia de nuestros hermanos argentinos, es que se empezaron las tratativas con la ONU, el Banco Mundial de Desarrollo y la Oficina de Estadísticas y Censo de Argentina, para que en el próximo Censo Nacional se pueda incorporar la pregunta, relacionada a que si sos afro descendiente. De esa forma poder demostrar, que los/as afroargentinos/as existen legalmente.
Lito"